19 de junio de 2012

Música y Fe



Por Rebeca Barrera.
Música… cuando pensamos en música unos evocan a los grandes autores clásicos, otros a los sonidos de su tierra, algunos a lo actual. Si la unimos a la palabra Iglesia o Religión, nos vamos a los cantos tradicionales de cada manifestación de fe. En mi caso, a la profesión Cristiana católica, apostólica y romana.

La mayoría concibe la música religiosa, representada muchas veces en los cantos gregorianos, como un mero adorno en la liturgia de los actos de Fe, sin reconocer lo íntimamente relacionada que está al hombre desde que nace y durante toda su vida, más aún en el proceso de aprendizaje y toma de consciencia…. Por eso vayamos atrás en el tiempo y veamos esta relación con la creencia.

Los primeros cristianos guardaban y usaban en cada reunión o asamblea, un repertorio de salmos y cánticos espirituales; era un tiempo donde la historia era mayormente narrada y pasada de generación en generación de forma oral. Esto por supuesto facilitaba la propagación de las enseñanzas y vivencias con Jesús. Algunos eran espontáneos según inspiración de Espíritu y es cuando ocurrían las conversiones (tal como sucedió a San Agustín).

Como Cristo y los apóstoles eran judíos, las primeras comunidades de cristianos se influenciaron por su liturgia judía, que en su mayoría es cantada. El canto tenía (y aún tiene) una finalidad catequética puesto que es una manera agradable, atractiva y efectiva de meditar, al mismo tiempo de propagar la palabra de Dios y la Fe.

El pasar del tiempo y la historia trae consigo la separación de la Iglesia Oriental de la occidental, esta última buscando unificar los ritos (algo necesario por la expansión y conquistas de los imperios). Es así como en el año 600 d.c. el papa San Gregorio comienza el proceso de reordenar la liturgia, estableciendo de esa manera el canto gregoriano como una parte vital, cuyo admirador y propagador principal fue el conquistador Carlomagno.

Pasan los años y llegamos al concilio de Trento, entre 1545 y 1563, aquí  se establece la pureza del canto gregoriano y recopilan obras que luego serían aceptadas como “Kanon”. Sobreviene entonces el cisma provocado por Lutero y las reformas de Calvino en la Iglesia protestante, quienes usaron la música como medio para propagar sus ideas y cambios. Estos se valían del lenguaje  sencillo y la música común, haciendo que la asamblea entendiera y siguiera al celebrante de turno.

Llega el turno al concilio Vaticano II donde el Espíritu Divino impulsa el equilibrio entre solemnidad y participación llegándose a permitir el uso del lenguaje nativo de cada pueblo (manteniendo el latín en los actos solemnes), incorporar la cultura local (hasta danzas en el caso de África) siempre y cuando prevalezcan las bases en la biblia, los escritos de  Fe y de la Iglesia; todo esto sin perder la belleza artistica como muestra de respeto y devoción.

Actualmente, la iglesia sigue considerando el canto gregoriano como el rito oficial de la liturgia, y continua promoviendo su uso, recomendando la creación de Schola Cantorum. Sin embargo, se reconoce el valor de otros modos, siempre y cuando sean acordes con la liturgia. Porque como dice San Pío X: “cuanto más sea la música servidora de la liturgia, más sagrada la música será”.

Es obvio que la música es valiosísima en su misión evangelizadora por sus formas y métodos (concierto y predicaciones,) por tanto es importante  difundirla pero más que los cantantes, grupos y ministerios sean formados en la FE para poder evangelizar y hacer partícipe a la asamblea, y no meramente hacer pasar un rato durante la celebración o predica siendo un adorno más.

En estos tiempos donde se habla de crisis cada instante, más que crisis monetaria o política, hablemos de crisis de valores, de familias. Es ahí precisamente donde juega un papel importante la música evangelizadora, sea dentro o fuera de la asamblea. Porque por supuesto no es igual la usada en asambleas o actos litúrgicos a la usada en una predicación o concierto. Nuestros hermanos de otras iglesias lo vienen practicando desde hace mucho, pero es ahora cuando se ven en nuestra iglesia católica la manifestación del Espíritu, como en los primeros tiempos del Cristianismo.

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