
Llamados, mensajes de texto, el aviso de Twitter o tan solo cambiar de tema en el reproductor del teléfono. De tanta atención que demanda en el cerebro del conductor, el celular debería tener su propio cinturón de seguridad. Multiplicados con la misma velocidad con que un mensaje llega a destino – el 67 por ciento de la población mundial tiene uno – y con funciones cada vez más sofisticadas, los celulares se volvieron un arma tan útil como letal , y cada vez son más los que no están dispuestos a resignar su encanto arriba del auto.
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