17 de septiembre de 2011

Misterios Egipcios: Antepasados Vinieron del Cielo

Las pirámides en el planeta, especialmente las de Egipto, han sido uno de los misterios más estudiados.En el valle de los Reyes, sobre el féretro de Tutankamón, se lee el último grito de una cultura: “Oh, Madre Noche, extiende sobre nosotros tus alas como las estrellas eternas!”.
El gran historiador Herodoto nos descubre el secreto que le fue revelado sobre la casta de los sacerdotes egipcios de la Gran Pirámide. En su obra Historia Natural nos cuenta que los primeros sacerdotes llegaron a Egipto de un lugar procedente del cielo. En palabras literales de Herodoto: “Antes de esta fecha los dioses habitaron con nosotros; después no vinieron más”.

Ello está entroncado con todas las religiones primitivas , como las antiguas culturas centroamericana, andina y oceánica entre otras.
Así, se recuerda entre sus primigenios dioses a la Serpiente Voladora, la Barca Solar o al Iniciador volante. Todo nos da una idea cósmica y aérea, referido siempre al contexto celeste. De esta manera surgen representaciones aladas o híbridas de personas y aves, como las figuras de Toth, Horus, Ra y otras. Continúa Herodoto con una afirmación sorprendente: “Los primitivos hombres que poblaron a egipto eran de raza blanca”.

Y esta contestación queda mayormente de manifiesto cuando el historiador Soylax escribe que en siglo VI A.C. el pueblo egipcio era rubio. Consideraciones que excluían a Egipto de los caracteres del continente negro africano. Lo expuesto por Soylax y Herodoto nos plantea lo de un lugar siguiente: Como explicar el origen de la raza blanca egipcia en medio de un continente negro? Con ello evocamos de nuevo la llegada de seres divinos de origen espacial y toda una mítica montada sobre criaturas cósmicas. La Misteriosa Orientación de las Piramides.
El estudio cientifico de Kate Spence, se basa en el analisis de como estaban dispuestas las constelaciones en el cielo en el tercer milenio antes de Cristo, a partir de ahi ha comprobado que no habia ninguna estrella brillante en el Polo -como ocurre ahora con la Polar-. La razón es que: ” La Tierra gira como una peonza en el espacio”, de modo que el Polo Norte no siempre señala al mismo punto del cielo. Tambien esta egiptologa ha descubierto que dos estrellas brillantes permitieron localizar exactamente el norte en el año 2.467 a.C.

Estas dos estrellas se llamaban “Mizar de la Osa Mayor” y “Kochab de la Osa Menor”. Bastaba con coger una plomada y esperar el momento de la noche en que ambas estrellas quedaban ocultas tras el hilo: en aquel instante, las dos estrellas indicaban el Norte. Despues debido al movimiento de peonza de la tierra, la linea Mizar-Kochab, empezó a apartarse muy lentamente del Polo Norte Celeste.
Pero con estos resultados del estudio no basta para poder afirmar que los constructores de las piramides se basaran en esta circunstancia. Siguiendo sus estudios Kate Spence, llegó a la conclusión que la orientación de las piramides hacia el norte no era totalmente perfecta, y que la desviación de cada piramide (Micerinos,Kefrén y Keops) respecto al norte, variaba en función del año de construcción.
En principio se creia que eran tumbas faraonicas. Pero nunca se ha encontrado la momia de un faraón dentro de una pirámide. Es más, cuando se ha encontrado el ajuar funerario -los tesoros-, no había cuerpo, e incluso cuando se la localizado alguna cámara sepulcral intacta en una pirámide, el sarcófago ¡siempre estaba vacío! ¿Por qué?.
Algunos expertos creen que las pirámides nunca sirvieron como tumbas, sino como templos iniciáticos. Se apoyan en anomalías tales como que el faraón Snefru (el padre de Keops) se construyó tres pirámides (¿para qué querría tres “tumbas”?), o que el simple hecho de levantar un monumento tan llamativo como una pirámide era un reclamo irresistible para los ladrones de tumbas. En 1994, un ingeniero angloegipcio, Robert Bauval, propuso una idea genial.
Se dio cuenta que las tres grandes pirámides de la meseta de Giza estaban distribuidas sobre el desierto de manera idéntica a como estaban las tres estrellas del “cinturón” de la constelación de Orión. Para los antiguos egipcios Orión era el equivalente celestial del dios Osiris, y su “cinturón” era lo que los egipcios llamaban el Duat, una especie de “puerta” por la que el alma del faraón debía pasar para llegar al Amenti, al más allá.

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