30 de septiembre de 2009

SUEÑOS EROTICOS Y FANTASIAS SEXUALES.


Siempre se ha pensado que los hombres tienen más fantasías sexuales que las mujeres, al igual que se ha “acuñado” por la creencia popular que ellos tienen más necesidades sexuales.

Pero quienes han estudiado el tema desde la sexología, afirman que existen muchas similitudes entre las fantasías de unos y otras. Las fantasías de carácter erótico aparecen con mucha fuerza en la adolescencia.

Recuerdo la carta de una chica que estaba locamente enamorada de un actor de la televisión y contaba que tenía el cuarto repleto de sus fotografías, soñaba despierta con demasiada frecuencia con ese amor idílico y a su mente acudían escenas de gran pasión erótica. Terminaba por preguntar: ¿Esto es malo?

Las fantasías sexuales son el salvavidas de muchas mujeres sin pareja. Pero todo el mundo vivencia, en mayor o menor medida, esas imágenes y pensamientos sobre temas sexuales que nos llevan a sensaciones muy placenteras. Por medio de las fantasías, podemos hacer todo lo que nos gusta, no hay límites y la imaginación y la creatividad se desbordan.

Es un terreno donde nada está prohibido y todo puede ser posible, aunque a veces nos asuste.

Comúnmente fantaseamos para hacer todo aquello que no nos atrevemos o no queremos hacer. Alguna gente, lucha contra esas imágenes al considerar que es algo impropio. Sin embargo, los pensamientos y figuraciones no son actos. Se puede, por ejemplo, fantasear con personajes de ficción y eso no quiere decir que hemos sido infieles.
Según Al-Garaia, una página web española sobre sexualidad, los miedos más comunes que aparecen mientras fantaseamos son:
1- A perder el control con nuestra imaginación y fantasear cosas surrealistas y que pueden estar en contradicción con nuestro sistema de valores.
2- A querer llevar a la práctica, a la realidad todo lo que fantaseamos. Por el simple hecho de utilizar una fantasía, no significa necesariamente que queremos o debemos llevarla a la práctica. Cuando la fantasía se intenta llevar a la realidad, deja de ser fantasía para pasar a ser acto y, además, la mayoría de las veces pierde su poder erótico.
3- Sentir que estamos fantaseando cosas inadecuadas y que si alguien puede leer nuestros pensamientos, pensará mal.
Algunas mujeres comparten sus fantasías con la pareja mientras que otras, las guardan celosamente como algo íntimo o ante el temor de no ser comprendidas y se les intente buscar otras connotaciones que no tienen.
Siempre se ha pensado que los hombres tienen más fantasías sexuales que las mujeres, al igual que se ha “acuñado” por la creencia popular que ellos tienen más necesidades sexuales. Pero quienes han estudiado el tema desde la sexología, afirman que existen muchas similitudes entre las fantasías de unos y otras.
No obstante, de todo esto se habla bien poco.

Se evita el tema porque en realidad a la gente le da vergüenza que otros u otras conozcan de sus pensamientos eróticos y puedan creer que tiene, en su fuero interno, una conducta inmoral. Sin embargo, aconsejan los expertos en sexualidad, no hay que asustarse tanto por inventar historias de principio a fin, con todos los atributos que queramos.
A nadie hacemos daño con esto ni a nosotras mismas. Al contrario, las fantasías sexuales pueden ser una fuente de crecimiento personal, de autoconocimiento de placer, de juego, de creatividad. A partir de ellas, podemos entender muchas de nuestras actitudes relacionadas con la sexualidad.
El sexólogo colombiano Germán Ortiz señala que acompañan a muchas actividades pero muy especialmente a la masturbación. Algunas investigaciones han arrojado que más del 90% de los adolescentes, hombres y mujeres, tienen fantasías eróticas durante esa práctica.
Argumenta el Dr. Ortiz que, por lo común, las funciones de las fantasías son:
1- Originan excitación y pueden provocar excepcionalmente el orgasmo.
2- Sustituyen experiencias inalcanzables.
3- Aumentan el placer durante la actividad sexual.
4- Facilitan la respuesta sexual previa a una experiencia.
5- Constituyen una forma de ensayo de experiencias posteriores que producen mayor seguridad a sí misma/o sin exponerse a ningún riesgo y con total control.
Comenta el sexólogo colombiano que se tiende a calificarlas como morbosas, es decir, enfermizas, con el fin de hacer sentir anormal a quien las tiene. Sin embargo –afirma– será más lógico pensar que quien no las tiene, puede estar mostrando un altísimo grado de represión sexual interior, que le dificulta el aprendizaje y el desarrollo de la seguridad en si misma/o, base fundamental para la relación con los demás.
Son, por tanto, mecanismos de adiestramiento que disipan muchos miedos de la inexperiencia y por ello, más que sentir temores ante ellas, debemos reconciliarnos con una variante que puede darnos seguridad en nosotras mismas. Es una forma de autoerotismo que facilita las actividades sociosexuales. Las fantasías repercuten decididamente en las futuras experiencias sexuales. Y pueden servir, además, para evitar la rutina, ese monstruo que –al decir de Balzac– todo matrimonio tiene que combatir.

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