Existe un método para bloquear las memorias del miedo. Es puramente psicológico, no usa fármacos. Aprovecha la fase de reconsolidación de la memoria, cuando el recuerdo concreto (y horripilante, en este caso) sale del archivo y se hace muy vulnerable. En ese momento, los investigadores lo sustituyen por un recuerdo tranquilizador. El efecto dura al menos un año, y no altera las memorias que no hayan sido reactivadas durante el experimento.
Los estudios con modelos animales han mostrado que los recuerdos se hacen más vulnerables al reactivarse, durante unas seis horas. En ratas, las memorias han podido borrarse durante esa ventana con moléculas como el ZIP, un inhibidor de una proteína cerebral llamada PKM zeta.
Pero la técnica que hoy publican en Nature Elizabeth Phelps y Joseph LeDoux, de la Universidad de Nueva York, no usa ningún fármaco. “Nuestros resultados plantean un enfoque natural, no farmacológico, para gestionar con eficacia las memorias emocionales”, dice Phelps.
“Este trabajo, inspirado en la ciencia básica con roedores, promete una aplicación como terapia contra la ansiedad y el estrés postraumático”, afirma el director del Instituto Nacional de Salud Mental, uno de los Institutos Nacionales de la Salud (NIH) de Estados Unidos, que ha financiado el estudio.
Phelps y sus colegas empezaron condicionando a sus voluntarios a sentir miedo al ver un cuadrado de cierto color. Esto se hace aplicando un “calambrazo moderado” en la muñeca del sujeto. Con ser moderado, el tratamiento es lo bastante desagradable para que los voluntarios muestren en días posteriores los signos de miedo -como la agitación del pulso o el sudor- cuando se les presenta el cuadrado del color correspondiente, justo como el perro de Pavlov.
Cuando los pacientes están viendo los cuadros de colores, el recuerdo del miedo se reactiva. Ése es el momento que aprovechan los psicólogos para someterles a lo que llaman el “entrenamiento de extinción”. Consiste en mostrarles repetidamente el cuadrado de color que les da miedo, pero sin el corrientazo. El resultado es que la memoria del miedo se borra.
El borrado es lo bastante estable para permanecer un año después. Esto es así incluso después de reexponer a los sujetos al condicionamiento inicial (el cuadrado de color más el corrientazo moderado). Y es lo bastante específico para que sólo afecte al cuadrado del mismo color, nunca de otro color.
“El tiempo parece tener un papel más importante en el control del miedo de lo que creíamos”, dice Phelps. “Nuestra memoria no refleja un registro exacto del suceso original, sino la última vez que la retiramos del archivo”. Esto no sólo es cierto para el miedo, sino para cualquier memoria. Nuestros recuerdos de un hecho, a diferencia del hecho en sí, parecen estar en permanente revisión.
Fuente: El país